martes, marzo 13, 2007

Ser padres hoy (6ta parte)


Por Matías Pailos


No dije nada porque nada entendía. Desconfiaba. Pero un hombre no puede mostrar esos recelos. No frente a una mujer. Hice un gesto rápido y breve con la cabeza. Evité sonreír. También procuré no mostrarme hosco y indiferente. Me es muy difícil transitar por superficies resbaladizas y movientes. Me dijo

-¿Ves? ¿Sabés lo que es?
-… Marihuana, ¿no?

Sonrió. Me sonrió.

-Quiero que fumemos.
-Mirá… si querés fumar… hacelo. No hay problema. Pero yo no…
-Pero si vos fumás.
-No eso.
-Es más sano que el tabaco.

No quería tener esa discusión. Menos en ese momento. En el momento en que me mira algo decepcionada, algo extrañada. Con una pizca de desprecio.
Las hijas de puta saben qué botones tocar.

-Tá bien.

En el acto, volvió a sonreír.

La dejé armando un torpe y regordete cigarro, ancho en el centro. No sabía que fumaba. Evidentemente, fumaba. No demoró nada en fumar. Evidentemente. Otra generación. Sabía que era más jóven, pero no que éramos de dos mundos distintos. Ella, seguro, calificaba de ‘puritanas’ y ‘chupacirios’ a las minas de mi edad. Tenía razón. Quizás ella misma lo fuera para una pendeja de treinta. Y mientras digo esto me pregunto si alguna vez podré ahorrarme los lugares comunes del pensamiento. No, quizás ya no.
Lo prendió.
Es probable que ya esté condenado. El rearmado, la reprogramación que mi mente exigiría para ello es, muy factiblemente, superior al alcance de mis facultades anímicas. Aunque tuviera la fuerza (y no la tengo), carezco de un elemento aún más importante: las ganas. ¿Por qué últimamente se me dio por leer textos filo religiosos? En ‘La agonía del cristianismo’ (en otro tiempo, y estoy hablando de cinco semanas atrás, ni lo habría notado. Quizás hubiera acompañado su visión con un gesto de asco, ni siquiera hubiera huido espantado. La semana anterior, sin embargo, al reparar en él en un estante medio escondido de la Biblioteca de Alsina, recordé que Fede hablaba mucho de Unamuno. Claro, de esto mucho tiempo ha. Todavía era adolescente. ¿No lo es, todavía?) ¿Qué decía, con respecto a las ganas? ¿Qué basta con tener ganas de creer para creer, o que no basta con las ganas?
Fumó.
Me lo pasó.
Fumé.
Estuvimos fumando un rato largo. Creo que un rato largo. En algún momento saqué a relucir mis cavilaciones en torno a la fe, las ganas, que si era un asunto viril o no.

-¿Qué cosa?
-La fe.
-¿La fe en Dios?
-No… sí… ponele. Ponele que la fe en Dios. Pero en general, digo.
-¿Y sobre qué otro asunto se puede tener fe?
-Y… en uno mismo. En los demás. Se puede creer en una persona. Se puede tener fe en uno mismo.
-Eso es tener confianza, en uno mismo o en los demás. La fe es otra cosa.
-¿Otra cosa?
-Fe es entrega absoluta. Como en el amor.
-Mmhh… entonces no sé si puedo tener fe.
-Yo sé que sí podés.
-Vos tenés confianza en que yo puedo.
-No: yo tengo fe en que vos podés.

Me tocó la cara. ¿De qué estábamos hablando?

-¿De qué estábamos hablando?
-… ¿Qué?
-… no sé. Qué linda que sos.
-¿Sí? ¿Te parezco linda?
-Me parecés hermosa.
-Estoy hablando como Federico.
-¿Cómo quién?
-Como mi hijo.
-Ah, no. Yo te quiero a vos, no a tu hijo.
-¿Sí?
-Sí.

Mi boca estaba en su seno derecho. Había quitado su blusa y removido su corpiño. Ella había quitado mi camisa.

-Estoy actuando como Federico. Podría ser Federico.
-Podrías ser tu hijo.
Había quitado sus botas, sus medias, su falda. Había quitado su bombacha. Yacía totalmente desnuda, exuberante, desguarecida en la cama, lista para ser abordada con violencia. Lista para ser violada.

-Si fuera Federico, en este momento sería Federico quien te estaría metiendo esto adentro.

Laura no era una mojigata. Nunca, en toda nuestra relación, podría afirmar que no disfrutó de uno de nuestros encuentros. Nunca, hasta eso momento, la escuché gemir como esa vez.
Había intensidad, había liberación, había estremeciendo en su grito. Había verdad.

-Si yo fuera Federico sería él quién te estaría cogiendo. Sería un pendejo de 30, con toda la fuerza, con todo el ímpetu, el que te calaría hasta lo más hondo, el que te la metería sin piedad. Así, así como te la estoy metiendo ahora, mi pija jóven, mi pija indiscreta, puta, así. Así, trolita, así, cagadora, putita infiel, así me estás metiendo los cuernos con mi hijo, hija de puta, tomá. Tomá, guacha, cogiéndote a mi hijo, yegua, trola, recagadora. Putita infiel, tomá tomá tomá, cómo te gusta culearte a mi hijo, cómo te gusta que te ponga en cuatro, así, y te la inserte hasta el fondo, yeguita, putita, tomá, puta, ¡tomá, tomá, tomá!

Jadeé, y no pude más. Ella hundió sus uñas en mi piel, y tampoco pudo más. Me fui, me extinguí y perdí la conciencia. Al recuperarla, segundos u horas más tarde, Laura todavía temblaba.
Hubo otros escarceos. Insólitamente, la pija se me paró de nuevo. Laura me chupó la pija cómo nadie más lo hizo. (Las putas no cuentan.) Volví a traer a la cama a Federico, la obligué a que se tocara, la hice tragar esa pija jóven y dura que no era la mía e hice que se tragara toda la lechita. Obediente y golosa, se limpió los restos con la lengua.
No puedo decir que no me sintiera muy extraño al día siguiente. La miré, y la miré raro. Ella lo vio. Agachó la cabeza. Pero sonreía. Me abrazó.
Cedí.
La besé, e intenté hacerlo tiernamente. Pude. Quise. La amaba. La amé hasta que se fue.
Al cerrar la puerta y quedarme solo, fui arrebatado. Un ataque de celos. Unos celos que no podían cuajar, que se negaban siquiera a ser dichos. ¿Por qué? Es evidente por qué.
¿Lo es?
Cogimos otras veces.

9 comentarios:

Luciana dijo...

Sr. Pailos:

Qué bien, llegó la sexta entrega que se hizo esperar (valió la pena).

Anhelo ahora la séptima, voy a tener que aguardarlo, qué puedo hacer.

Mis más sinceras felicitaciones.

Nicolás Mavrakis dijo...

Chanchito.

Anónimo dijo...

Sí, vivo entre la roña.
Gracias por las felicitaciones. El cuento es más largo de lo conveniente para un blog. El daño ya está hecho. Queda la información.

Anónimo dijo...

realmente y más allá de que este texto está buenísimo y felicitaciones, lo he releído varias veces, pero recién hoy reparé en la foto que lo acompaña, y que bien que puesta que está! digo, la foto.

Anónimo dijo...

se me chispotió un "que" de más entre bien y puesta.

Anónimo dijo...

Releyéndolo aislado del resto del relato noto que este fragmento tranquilamente podría cobrar autonomía y ser un relato en sí mismo. Otro logro de la administración Pailos.
El hijo imanginando al padre garchando como el hijo. Sublime (¿Qué opinarían en el taller literario de su señora madre?)

Anónimo dijo...

Mi amigo Bartleby me aconseja que diga que preferiría no pensarlo.

julieta eme dijo...

matías: escribís muy pero muy bien. publicá algo porque es incómodo buscar tus textos salteados en los blogs.

las escenas de sexo te salen perfectas. deberías tener piedad de tus lectoras femeninas.

saludos. julieta.

julieta eme dijo...

de tus lectoras a secas...