miércoles, mayo 09, 2007

PH en exilio interno: La medición del pene de Diego Corrales

Por Playmobil Hipotético

No todo el mundo puede entender el boxeo; tampoco es posible que todo el mundo entienda la muerte.

Ayer murió Diego Corrales. ¿Quién carajo es Diego Corrales, se preguntarán, que motiva que yo salga de un exilio interno que está siendo más complicado de lo que se creía originariamente?

Diego Corrales fue uno de los protagonistas de la pelea más emocionante que ví en mi vida. Ayer, justo ayer, cuando Corrales decidía viajar en moto pero no decidía que se iba a morir viajando en moto, se cumplieron dos años de esa pelea. La pelea fue entre José Luis Castillo y Corrales.

El boxeo supone la puesta en práctica de lo que todos, más o menos conscientemente, hacemos teóricamente: medirnos el tamaño de la poronga. Hasta el round 9, Castillo había hecho sangrar a Corrales por todos lados; en el décimo lo tiró dos veces.

Yo había grabado esa pelea porque me imaginaba que mi novia de ese entonces se iba a quedar dormida por el efecto del porro y porque yo me iba a despertar por un bajón considerable. Efectivamente, a eso de las 2 de la mañana, luego de irme a buscar lo que fuera que hubiera en la heladera, prendí la tele y empecé a ver la pelea.

Las banderas mexicanas de la parte más alta del estadio flameaban y el triunfo de Castillo era inevitable. X seguía durmiendo, yo seguía comiendo y la recuperación de Corrales era tan quimérica como lo iba a ser la posterior reconquista de X.

En el medio de la noche, en el medio de unos ojos hinchados de recibir golpes, Corrales descubrió que sus manos podían quebrar a un confiado Castillo y lo cagó tanto a palos durante casi treinta segundos que el referí paró la pelea y Corrales ganó por nocaut técnico.

Como un idiota, o más bien como si hubiera sido un fanático total de Corrales de toda la vida, empecé a saltar y a gritar con el único motivo de hacer lo único que se podía hacer frente a un tipo que ya estaba muerto y que, sin embargo, había matado.

Hoy, después de dos años de peleas y revanchas más o menos anodinas, Corrales se murió; es raro, pero pienso que es mejor que se haya muerto y no que se hubiera convertido en el eterno recordador de esos treinta segundos de un pasado que ya no vuelve. Para eso estoy yo.

5 comentarios:

Alejandro Hosne dijo...

Excelente tu comentario. Adhiero totalmente a tu relato porque evidencia ese sentimiento que los grandes combates generan. A uno se le quedan grabadas esas peleas y al recordarlas después experimentás algo tan profundo que intentaré no exponer acá, pero que seguro vos entendés. El peronismo no sé, pero el box, con todo lo duro y recio que es, ¡es un sentimiento!
Un abrazo

knoppix dijo...
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knoppix dijo...
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Unknown dijo...
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linux dijo...

Excelente,muy buenos temas de discusión
calderas