viernes, noviembre 24, 2006

El amor o el sexo: entre el calzoncillo y el pragmatismo lingüístico


Lic. Matías Pailos


Declarame tu principio

Oyendo las disertaciones previas de mis colegas, noto la asunción de dos estrategias bien diferenciadas: la de Cioso, ateniéndose al título de su ponencia, aferrándose a él hasta exprimir todo el jugo, hasta abolir todo relleno, hasta la metonimia de desgajar la cáscara. Incluso hasta producir el movimiento dialéctico de que su objeto de estudio devenga su negación. Por otro lado, nos topamos con la línea del Mar: hablar de lo que se nos cante el culo. Me afincaré en esta última tradición.

Aguante el sistema

¿Má qué revolución? ¡Revolución las pelotas! Contra Cioso, seré breve:

1-No toda operación de socialización es opresiva.
2-La socialización es inevitable si queremos convertirnos en sujetos.
3-Por ‘sujeto’ entiendo ‘individuo capaz de sufrimiento y felicidad, y no solo de dolor y placer’.
4-La socialización es deseable, ya que queremos devenir sujetos (en el sentido especificado en 3).

Con esto doy por sepultado el marco conceptual sobre el que se estructura la enorme labor de Cioso como crítico cultural. Lo suyo suma cero si pretendemos que cuente como contribución a comprender quienes somos y qué queremos y cómo hacer para lograr lo que queremos. En alguna mediada. En otra, sin embargo, es todo mérito. Es una pieza literaria de primer nivel (la escena del jóven vejado por su madre con una sentencia, llorando abrazado al poster del sub Marcos, es de una intensidad dramática inusitada en la poética ciosiana). Es, verbigracia, una fuente (casi) inagotable de gemas de las que esperamos de una teoría revolucionaria hecha y derecha (perdón por el improperio), en sentido kuhniano: estimulante e incomprensible. Liberadora (como una llave que nos despoja de nuestras cadenas) y libertaria (como guía para la acción peirceiana, como mapa de mayores libertades, como creencia, como artículo de fe).

Notemos, antes de abandonar a Cioso a su suerte, cómo su inconsciente, mucho más racional que su vigilia, acuerda con nosotros. ¿Qué hacemos con la mierda agarrotada en nuestras entrañas? Cioso: “la desechamos, como la revolución”. Se ve, se siente, el progre está presente. La revolución es una mierda.

Lo que usted, jóven, esperaba: la receta de la felicidad

¿Qué hacer para ser feliz? Deseche los slips y cómprese un boxer. Esta es la tesis fundamental que sustenta el texto de del Mar, y una máxima a la que no puede menos que suscribir (con todas sus reservas de marxista conflictuado, que quiere y no quiere la revolución, que ni siquiera se asume públicamente como marxista) Cioso. El boxer es menos opresivo y definitivamente mucho más cómodo que el slip. Resulta (súmenle otro poroto) sustancialmente menos inhibitorio de la producción de espermatozoides que su par diminuto. ¿Es un deseo deseable la fertilidad? Miren: tengámosla de nuestro lado. Uno nunca sabe cuándo va a devenir en urgencia incontenible.

Las mujeres arriba

Un prejuicio masculino: las mujeres prefieren un slip que marque el paquete a un boxer que disimule el bulto. Falso. Hay para todos los gustos, supongo. Sin embargo, noto que las chicas de los círculos en que me muevo declaran sus preferencias por el discreto boxer. ¿Mienten? ¿Engañan? Puede ser. Sería inmaduro y machista, no obstante, juzgarlas insinceras. Y ustedes ya lo saben: si alguien maduro y feminista en este espacio, ese soy yo. (Ah, porque sostengo la bivalencia en este aspecto: o se está con ellas (feminismo) o se está contra ellas (lo otro indeseable). No hay punto medio.) Ya que solo queremos que ellas nos quieran, no desoigamos sus consejos.

Todo tiene un final, todo termina

Fin. Y antes de terminar de decir, diré: esta ponencia adolece de una falla grave y gravísima: no es autocontenida. Pero sí, sí lo es, al menos en un y solo uno de sus aspectos: alberga su propia crítica: lo mejor de todo son los títulos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no miento. El boxer es muchísimo más sexy que el slip. Ahora: hay boxers y boxers. Los que ocultan del todo el bulto, esos sueltos, que suelen ser cuadrillé, con arabescos o dibujitos de Mickey ¡¡¡no!!! Pero los que son más ajustados, con esa tela que se adapta al cuerpo y no oculta, sino que apenas disimula, están muy bien (el de la foto sería un ejemplo de eso, aunque ese 'paquete' me da algo de pudor y me parece tener algo raro. Creo que tan ajustado tampoco me gusta)

Anónimo dijo...

Lo que me tiene preocupado es esto: yo cada vez que me baño aprovecho para lavarme el calzón, pero lo que no tengo bien resuelto es dónde secarlo! si lo cuelgo en la canilla es un garrón para el que se baña detrás mío, y encima no se seca más porqeu está siempre húmedo. y si lo cuelgo de la silla del comedor, al lado de la ventana, mi señora me mata. Cómo lo resuelven ustedes?

Unknown dijo...

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