lunes, marzo 05, 2007

Intercambio epistolar de un matrimonio proletario (iv)


Por Playmobil Hipotético


Monte Quemado, 4 de enero de 1985


Edith:

Esther era la puta que visitaba cada vez que tu mamá se instalaba durante dos meses en el living de casa y no me dejaban ni siquiera dar vuelta el diario por que les molestaba el ruido. Una vez, vos te habías ido a hacer la manicura o a teñirte el pelo – total, nunca te miraba demasiado – y llegó la viuda eterna, cargada de bolsas marrones de modistas de Mataderos, y con su tapado verde oscuro. Empezó a tocar el timbre y yo no atendí. Los Teraksy la dejaron pasar al pasillo de la casa y como si no hubiera entendido que si se toca el timbre y nadie atiende es que no hay nadie, siguió durante cuarenta minutos apretando el timbre.

Había algo raro en esa casa, en ese living; siempre pensé que era el tufo que dejabas, el olor de tu bombacha sudada en el plástico de las banquetas. Y siempre pensé que eso no sólo me deprimía sino que era como un anestésico. Tu concha anestesiaba. En vez de empezar a cagarme de risa porque la vieja pelotuda estaba afuera, con ese sobretodo tan viuda de Onganía, empecé a tener miedo. Me imaginaba que la vieja encontraba la llave que dejábamos en la maceta de afuera o que llamaba a la policía y les decía que adentro había terroristas y entraban con tanquetas. Mientras los perros me mordían los talones para que no escapara por las escaleras, tu vieja se ponía a tomar mate en la mesa y se reía con el comisario. Fue tanto el miedo que me cagué. Y me cagué de verdad, no de metáfora. Y mientras trataba de no hacer ruido al bajarme los pantalones en el baño, sentí tal olor a mierda que supe que lo único más fuerte que tu menopausia anestésica era mi mierda miedosa.

Se murió la vieja. Es una pena. Ojalá la hubieras tenido que cuidar por toda tu vida. Decís que ahora ya nada te retiene en Buenos Aires, que ahora estás preparada para venirme a buscar. ¿Cómo hacés para entender tan poco de todo?¿Cómo hacés para que todas las palabras que rozan tu cerebro nunca, nunca jamás tengan influencia sobre una acción tuya? No sé. Nunca lo voy a poder entender; es como una energía, me dijo la bruja esa de mierda que estuve visitando, en valor negativo. Todo lo que te toca, todo lo que te roza, esa energía se encarga de alejarlo de vos.

Quizás hasta me asuste que todo esto que estoy haciendo, que lo empecé a hacer por el más puro resentimiento, ahora se haya convertido en otra muestra de tu influencia. ¿Qué yo te confiese mi odio es lo que te hace estar más cerca de mí? Reniego de todo. Me arrepiento de todo. No quiero odiarte porque eso te hace bien, te da existencia. Quiero verte muerta. Quiero nunca haberte conocido. Quiero que no me hubieras cagado la vida. Quiero que llegues acá y tengamos un duelo criollo. Te voy a clavar un cuchillo, no, mejor una punta oxidada de la cama que tengo en la pensión en toda esa carne que rodea tu nada. Y después de hacerlo, me voy a matar yo. Para que no existas más.

Walter.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Se viene el estallido? Pero si llega él se va a cagar en las patas y va a terminar siendo su sirviente. No: él cobra conciencia de su debilidad y opta por la huida. Primero, por la ciudad. Después el país, después el mundo entero. Finalmente, ella lo encuentra. Finalmente, él deviene el sirviente anesteciado que secretamente desea ser.

Anónimo dijo...

leyendo la tercera y la cuarta, y un comentario de la tercera, opino que el hijo de puta es el.
como sirviente o como golpeador, siempre hijo de puta.