domingo, septiembre 24, 2006

Zafiro (2da Parte)


Por Zedi Cioso

La primera vez casi no me llamó la atención. Era un jueves a media mañana y yo me hallaba leyendo un texto de Deleuze sobre la desterritorialización cuando reparé en la pareja que franqueaba la puerta de ingreso para peatones. Recuerdo que llovía, o garuaba. Era una de esas típicas mañanas grises de otoño y cada vez que se abría la puerta de entrada una claridad lechosa inundaba la antesala y barría las penumbras arrinconándolas contra las esquinas. La pareja avanzó hasta quedar frente a mi ventanilla. Para garantizar la discreción yo atendía detrás de un vidrio polarizado, de modo que los clientes tenían la sensación de estar dialogando con su doble cuando solicitaban una habitación. La chica permaneció un paso atrás y fue su acompañante, como de costumbre, quien se encargó de los trámites pertinentes. Me extendió un recorte de diario donde nuestro hotel anunciaba precios promocionales y pidió una habitación “zafiro” que en nuestro argot significaba estándar. Sucedía que el hotel llevaba el nombre de una piedra preciosa y por eso el dueño había tenido la ingeniosa ocurrencia de clasificar la jerarquía de las habitaciones de acuerdo a la cotización de la gema. Los dormitorios iban de la prosaica aguamarina al excelso diamante (un inmenso cuarto temático que incluía jacuzzi, colchón de agua, sillón del amor, frigobar y una variopinta gama de artilugios amatorios). Zafiro era apenas un escalafón superior a aguamarina y difería de ésta por contar con una bañera un poco más grande. Anuncié el importe a mi cliente y éste me pago con cien pesos, con lo que diezmó mis exiguas reservas de cambio.
_Doscientos doce, dijo mi voz incorpórea a través del espejo mientras una mano fantasmal, mi mano pálida, extendía una tarjeta de plástico naranja que llevaba el número escrito en letras grandes junto a una pequeña llave. Y eso fue todo. Apenas una pareja más que hacía uso de nuestras instalaciones. Tal vez un poco grandes o un poco chicos para esa franja horaria que permanecía casi desierta con excepción de las parejitas de estudiantes secundarios que se rateaban del colegio y entraban muertos de miedo al punto que casi tenía que llevarlos a empujones hasta su habitación, o las parejas de abuelos que habían surgido como una floración espontánea en la era del viagra.
Volvieron a la semana siguiente. Yo me encontraba enfrascado en la ficción paranoica de Phillip K Dick y traté de despacharlos lo más rápido posible para retomar la lectura.
_Zafiro, dijo mi interlocutor haciendo gala de una pavorosa economía sintáctica, al tiempo que me extendía el recorte promocional del diario. Le anuncié el importe y me entregó cien pesos. Entonces reparé en el hecho de que iba vestido con un equipo de gimnasia, lo que acentuó la mala impresión que ya de por sí me provocaba. No logro concebir que la gente ande por la vida vestida de esa manera. Nunca usé jogging, aunque lo admito para la práctica deportiva. Pero salir a la calle y estar todo el día así, para mí es lo mismo que circular en pijama por la vía pública. Le entregué el cambio y anuncié a través del altoparlante de la cabina que distorsionaba mi voz hasta volverla un gruñido sordo:
_Habitación quinientos diez, caballero. Recuerdo que entonces pensé: ya que sos tan deportista podrías subir los cinco pisos por escalera, para ir entrando en calor. Pero el tipo tomó de la mano a la chica y juntos se encaminaron hacia los ascensores. De ella sólo percibí una cabellera dorada y resuelta en ondas que se balanceaban a un lado y se perdían fuera de mi campo visual. Rechisté porque volvía a quedarme sin cambio y me zambullí en Dick.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

El drama del hombre tras el vidrio es que no puede elegir cuándo puede ser visto. No puede serlo, nunca jamás.

Playmobil Hipotético dijo...

me intriga profundamente adónde nos llevará que leas dick detrás del vidrio. ¿qué será lo que parece ser pero que finalmente no es?

Anónimo dijo...

Si quieren saber hasta donde llegaré... tendrán que leer los subsiguiente e inquietantes capítulos.

Anónimo dijo...

Dale Zedi...publicá el capítulo 3.
Este blog está muy bueno pero yo me olvido la trama si no leo un poco mas seguido.
opción 2: espero que termine de publicar todo y lo leo de un tirón.

saludos.

calderas dijo...

El drama de ese hombre detrás del cristal pone los pelos de punta.
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