la incomodidad de la locura
Mi abuelo no sólo se rompió la cadera hace dos semanas. Mi abuelo rompió toda conexión con la realidad.
Mi abuelo siempre fue un hincha pelotas; cuando era chico, me seguía de incógnito - con un detectivesco sobretodo negro - para ver que no me pasara nada cuando iba a la plaza a jugar al fútbol. Hoy mi abuelo es un hincha pelotas: me pregunta cuarenta veces en diez minutos si soy titular de cátedra, me habla de la filosofía y la completitud, y después entra en una gelatina de palabras; una gelatina mal echa, de esas que vos ponés algo encima y se hunde; lo podés mirar desde afuera pero siempre te va a parecer que está irremediablemente abajo.
Mi abuelo siempre prefirió que yo no me moviera y que me quedara tranquilo, sin moverme, sin necesitar nada. Mi abuelo, por ejemplo, no entiende que yo viva solo. Y cuando digo que no lo entiende no quiero decir que está en desacuerdo sino que no entiende el concepto.
- Abuelo, soltate de la barra.
- Pero es que si me suelto, me caigo.
-Pero si estàs en una cama.
- No, estoy parado. Con el cansancio que tengo y no me puedo ni sentar.
- Abuelo, estás acostado sobre la cama.
- Bueno, tiráme una manta en el suelo y por lo menos me siento.
- Estás en la cama.
- Ah.
- Bueno, quedate tranquilo. Dormí que estás cansado.
- Y dónde me acuesto yo?
- Ya estás acostado. En una cama.
- Y dónde me acuesto? Aunque sea en el suelo.
-Abuelo, ya estás acostado.
- Mirá que estoy muerto. Quiero tirarme a descansar.
- Ves? Mirá.. ¿ves que son tus piernas?
- Ah, claro, no sé que me pasa.
- Bueno, ya está dormí. Son las 3 de la mañana.
- Y dònde me acuesto yo?
19 comentarios:
Ahora que ya se agotó la veta de las anécdotas ingeniosas y sorprendentes de los niños, podría llegar su contraparte con los abuelos. El diálogo final, imperdible.
Me hiciste acordar a mi abuela que tenía al alemám subidisimo también y claramente problemas con mi descarada manera de estudiar letras.
Una navidad me superò y a la quinta pregunta de "Y tu a que te dedicas?" y el diálogo con reto porque me iba a morir de hambre estudiando letras, me cansé, le respondí que era puta y que la estaba gozando mucho.
Magicamente se hizo el silencio y nunca más me volvió a preguntar nada.
un genio. Dos genios. Digamos: de tal palo, tal astilla.
Me puso triste el relato de su abuelo, amigo. Será porque la descripción está impecable, tan bien escrita que resulta desgarradora.
Por otra parte, creo que su abuelo me caería simpatiquísimo, yo lo adopto, si lo comparte.
Me reí mucho.
(Espero no pecar de insensible, si es así, me disculpo.)
maravilloso y terrible, el diálogo. Su blog es trágico (o debo tratarlos en plural, son varios?)
Debo decir que el diálogo con su abuelo es tristísimo pero a la vez es terriblemente generador de imágenes (creo que voy a improvisar con esa situación alguna vez en mi taller de entrenamiento actoral)
Su abuelo tiene una vez incandescente. No cualquiera tiene un abuelo así. Mi abuela si qe es un ser horrendo. Es una rusa de 89 años, gorda y con voz de pito, que a todo lo que vos le decís, ella, indefectiblemente, digas lo que digas, te dice "No". a todo, "No". También, completamente florecidas las neuronas.
Un beso.
Gaviota.
Me mató el diálogo, excelente (aunque confieso que yo no hubiera tenido tanta paciencia)
Saludos!
lo siento.
buen txt.saludos
Mi abuela también se fracturó la cadera llegando a los 90, y ese fue el principio del fin.
Recuerdo que por primera vez puse en cuestión la existencia del alma. Tuvo un ACV, un ataque cerebro-vascular, y perdió el humor. No el buen humor, sino el humor. Nunca más rió ni lloró, ni se alegró ni se enojó. Permaneció hasta morir en un estado tibio y gris. Y yo me quedé extrañándola y preguntandome si el alma era tal cosa o estaba en el cerebro, en ese lugar donde sufrió su lesión.
Las gelatinas mal hechas son terribles.
Es conmovedor cómo un mismo diálogo puede ser gracioso y terrible a la vez.
Abrazo
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