lunes, octubre 02, 2006

Intercambio epistolar de un matrimonio proletario

Por Playmobil Hipotético
Pampa del Infierno, 14 de setiembre de 1984
Querida Edith

¿Por qué me escribís una carta después de 15 años?. Sería una pregunta lógica que te hicieras pero cómo todos sabemos lo racional y vos siempre se llevaron como el orto. Así que voy a pasar rápido por esta parte introductoria y voy a ir directamente al centro de la cuestión.

Tu vieja siempre me pareció una chirusa que no decía nada pero que seguro lo tenía totalmente sojuzgado a tu viejo. Me la imagino, él llegando a las 11.30 de la noche del taller, después de haberse tomado un tren y dos colectivos, muerto de cansancio, habiendo comido un sanguche de mortadela en el bar de la estación porque seguro que a ella le dolería la cabeza y no habría podido hacer la comida; él llega, trata de mear tanto cómo le sea posible, trata de despertarte a vos, pendeja caprichosa, trata de demorar el tiempo, pero finalmente sabe que tiene que entrar en esa habitación. Entra, cuelga la campera y tu vieja metida en la cama con un pañuelo remojado sobre la frente, el velador con la lámpara de flores semiencendido y apenas lo ve, empieza a suspirar, a actuar su dolor, y le dice que no puede más, que ella sóla no puede con toda la casa, que se tienen que ir a Concordia, que llamó su madre y que ojalá que se muera esa turra, Pedro, por qué sólo quiere lo peor para vos. Y así le habla durante dos horas hasta que tu papá se deja dormir por esa voz fina, estable, infinitamente estable que terminará por concluir que mejor a Concordia no ir.

Así eras vos. Eso eras. Una mina de mierda. Y sí, ahora lo sabés que no es cierto lo de “no sos vos, soy yo”; es verdad, era yo. Estaba hinchado las pelotas de vos. De tus constantes modificaciones, de la vez en que delante de todos mis amigos dijiste que yo en realidad nunca había ido a la colimba, que lo decía para hacerme el canchero, nomás.

¿Por qué te estoy escribiendo esto, después de quince años? Eso me lo pregunto yo, no vos, que no podés entender absolutamente nada. Te estoy escribiendo porque tenés que saber la verdad. Cada vez que tenía que cojerte porque me estabas manoseando la poronga durante veinte minutos hasta que me era más cómodo garcharte que soportar tus manos de serpiente venenosa, de araña, cada vez que lo hacía pensaba en Manolo, el carnicero de la esquina.

Y no, no es que era puto. Pero imaginármelo a él hacía que vos me dieras menos asco. Si te duele, me importa realmente muy poco. Nada. Es más, porqué te pensás que lo hago, si no es para que te duela, para que sientas como te clavan mil espadas en el pecho?

La venganza, ni siquiera es venganza. ¿Cómo podría vengarme de la vez en que echaste a mi vieja que estaba con el bastón recién llegada del hospital, la echaste a la calle, como si fuera una pordiosera?¿Cómo podría vengarme de la vez que simulaste estar embarazada para seguir rompiendome las pelotas por lo menos un tiempo más?

Te quise, la puta que te parío, lo peor de todo es que te quise. Me banqué cuando te cortaste las venas, cuando tomaste las pastillas, cuando te encontraba en posición fetal en el baño y me decías que tenías regresiones a la infancia.

El día que lo decidí fue cuando menos te lo merecías, lo sé. No me tendría que haber ido aunque más no sea por humanidad. Pero es que si no era ahí, nunca iba a poder hacerte tanto mal como te quería hacer. Porque lo que no quería es que te la llevaras de arriba. Y ahí agarré el bolso que había comprado hacía 8 meses y que lo había puesto en el único lugar que sabías que no ibas a revisar (lo hubieras podido vender, pero nunca hubieras puesto tus manos ahí), en la caja con las Revistas Gráfico del 60 al 73, paré el primer taxi que cruzó por Monroe y me vine acá. Y ahora no soy feliz, porque desde hace quince años que voy a una bruja que vive a la vuelta a que te clave agujas, te haga malificios de magia negra pero vos seguís ahí, como una liendre aferrada al pelo; desde hace quince años no paro de pensar cómo cagarte la vida.

Pero el otro día, me dí cuenta que así no se si te la voy a cagar, pero que al menos te la voy a hacer más complicada. Por qué no vas a poder dejar de abrir mis cartas, lo sé, porque esos ojos de lechuza la van a dejar dos, tres, cuatro días al lado de la caramelera que tiene los ganchos que nunca jamás se te ocurrirá poner en la cortina, pero la vas a terminar abriendo.

Hasta la próxima,
Walter

7 comentarios:

Libelula de Acero dijo...

Adoré!
Buen morbo.

Muy a flor de piel.

Anónimo dijo...

Maravilloso. Una cumbre del resentimiento, con el que somos carne y uña. Hay ahí la misma impronta ligeramente desquiciada que (te dije) mostrás cuándo jugás al futbol y cagás a patadas a los rivales. Es un PH más intenso. Es un estilo propio, mejor que el del hombre civilizado (tu otro yo).
¿Leíste 'El Uruguayo', de Copi? Es mucho más fantástico que lo tuyo, pero el tono es similar. Es uno de mis cuentos de cabecera, así que sí: tomalo como un halago.

Luciana dijo...

Me imagino, amigo PH, lo bien que debe sentirse al terminar con una epístola de estas características. Liberador. Me gustó mucho. Ahora me generó un problema... no dejo de pensar que si me pasara lo de Edith, yo tampoco podría evitar abrir las malditas cartas!

Playmobil Hipotético dijo...

lib: grazie, todos somos jodidos cuando queremos
mp: me averguenzo (también de mi hombre civilizado)
luciana: digamos que no descarga, pero sí, todos abriríamos esas cartas y lloraríamos. Ya vamos a ver qué lo peor aún falta para edith y para walter. falta falta

Anónimo dijo...

Buenisimo! Muy bueno... es un gran matrimonio!!!

Anónimo dijo...

estaria bueno que, como promete, walter envie otra misiva
de resentido nomas

Playmobil Hipotético dijo...

juliana, gracias; se separaron pero uno puede pensar que siguen siendo un matrimonio; o quien dijo que para seguir siendo un matrimonio hay que seguir queriendose?
zatoichi: tanto tiempo sin leerlo ni verlo!!! sí, sí, se viene la próxima de walter en cuanto cioso cumpla su deber. Promete otra ubicación geográfica