Ser padre hoy (1ra. parte)
Por Matías Pailos
Que se muera. Lo odio. Que muera de una vez el hijo de puta. Qué egoísta. Qué egoísta de mierda resultó. Que flor de hijo de puta. Y yo que lo creía parecido a mí. ¡Qué equivocado! ¡Qué error! Parecido a mí. ¡Qué va a ser parecido! Es un hijo de puta. Ningún parecido.
Y eso que cuando me separé de su madre se vino, por primera vez en su vida, solito hasta Lanús para verme. Lanús, para el pendejo acomodado de zona norte que es, es el fin del mundo. Lanús es más allá del límite de la civilización. Atravesar Rivadavia ya le parece complicado. Ahora: atravesar el Riachuelo es caer de bruces en ‘El Barrio’, en la comunidad de clase media trabajadora de la que siempre renegó, a la que en el fondo detesta. Pero vos venís de ahí, pendejo. Sabelo. Por más que hayas nacido allá, en pleno Barrio Norte, y hayas vivido toda tu vida en Vicente López, vos sos de acá. Tu vieja es de San Cristóbal. Yo soy de Avellaneda, o Lanús, o Ezeiza. Vos sos la misma mierda indiferenciable, la misma medianía insulsa y falta de aspiraciones. ¡Qué vas a ser peronista! Vos no viste a un peronista en tu vida, pendejo. Vos no sabés lo que es el pueblo, vos lo ninguneás y aborrecés: vos estás impedido de ser peronista. En eso, como en todo, tenés una suerte inmerecida.
Cayó con el rabo entre las patas. Con un aire de desconcierto que nunca más le volveré a ver. El día anterior lo habíamos reunido a él y a su hermano alrededor de la mesa familiar. ¿Qué día era…? 21 de Octubre. El día de su cumpleaños. No estuvimos muy astutos, Clara, tendrás que reconocerlo. Venir a tirarle esa bombita justo el día que cumplía 20. Nada oportunos. Pensé que se iba a poner a llorar. Pensé que iba a tirar el televisor por la ventana. Al menos, romper algún vidrio. Nada. Nos dejó hablar. Incluso aceptó dejar hablar a su madre. Aceptó, a regañadientes pero aceptó, que Clara escupiera toda la mierda y el rencor y la desazón sobre mí. Lo vi. El pendejo ardía en ganas de replicarle, de corregirla, de ponerla en su lugar. No. Le dije: no. Dejala hablar. Y el pendejo acató. Me vio decirle no, y acató. ¿Qué veía en mí? ¿Qué veía cuando me miraba? ¿Qué era yo para él? Al principio pensé respeto. Después, cariño. Hasta en un momento me vi tentado, lo confieso, a pensar: admiración. Pero él no me admira. Él es más inteligente que yo. Él es más talentoso, simpático y fachero que yo. Él es más valiente. Yo lo sé. Él lo sabe. Creo que sabe que yo lo sé. ¿Por qué, entonces, no puedo dejar de pensar que me admira? ¿Por qué me admira?
Llegó, y no sabía dónde estaba. Era como si estuviera desorientado. Vení, le dije. Lo agarré del hombro y lo saqué a pasear.
Cómo hablé. Por Dios, cómo hablé. ¿Cómo hablé? Como siempre, pero más. Fui sincero, como siempre. Esta vez, además, fui expansivo. Le expliqué cómo, cuándo y por qué. Con tu madre ya no era lo mismo, le dije. Hacía años que no era lo mismo.
-¿Y por qué seguiste?
-Y…
le dije.
-No entiendo. ¿Por qué seguiste si no la amabas?
No entendió. Ahí debí comprender que no éramos iguales. ¿Por qué lo seguí pensando? Porque soy un gil. ¿Por qué lo sigo pensando ahora? Por lo mismo. Le expliqué, y la explicación fue triste. Le dije que hay cosas que me parecían más importantes que el amor.
-¿Qué? ¿Cuál?
-La familia. Pensá que yo crecí en medio de un ambiente familiar bastante desarticulado, con un padre ausente, una madre que se murió poco después que yo entrara al secundario, viviendo desde ahí con mi abuelo…
Le conté lo de la complicidad de la pareja, del proyecto compartido. Le conté de los hijos. Los hijos mantienen unida a una pareja que hace años que no se ama. Los hijos permiten seguir cogiendo.
No entendió, pero me dijo que sí.
-Yo no soy así.
Ya lo sé, le dije. Quizás yo soy así para que vos seas así. Pero seguí pensando que éramos iguales.
9 comentarios:
y de repente un monton de cosas se cristalizan en una acción dramática, la de un padre que a veces tiene ganas de hacerse un ADN. Me gusta, me encanta, ahora entiendo.
Muchísimas gracias.
Prometo reincidir.
Voy a decir endogámicamente que este cuento es una cumbre en la incipiente obra pailosiana
(Ojo que prosigue y se pone cada vez mejor)
Coincido en todo, incluso en la endogamia. Muy bueno!
espero la 2a parte
Gracias por el dorado de mi píldora. Me infla el ego. Me gusta tener el ego inflado. 'Del ego como globo', futuro post.
Sr. Pailos:
Como siempre es un placer leerlo, me encantó este post. Ahora, sólo tengo una objeción si es que no prosigue con esta historia, si prosigue así me gusta, pero sino, el final me resulta redundante, me bastaría con la respuesta del padre hasta acá: "Ya lo sé, le dije. Quizás yo soy así para que vos seas así"
Hay más de esta historia. (De la otra también, solo que como era una novela no daba publicarla toda. Este es un cuento, y en un par de entregas más se termina.)
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